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Iglesia

Hermanos todos, unidos en la esperanza y en el compromiso por el bien común

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MENSAJE

Conferencia Episcopal Paraguaya

Los Obispos del Paraguay, reunidos en la 227ª Asamblea Plenaria Ordinaria en un contexto inusual para la vida de la Iglesia y del país por la situación sanitaria, en un clima de oración y de fraternal afecto, queremos caminar junto a nuestro pueblo para compartir la fe, la esperanza y la caridad desde nuestra misión evangelizadora. Con renovada insistencia y apremio, queremos recordar que somos hermanos y que nos necesitamos todos.

La pandemia de covid-19 ha cambiado nuestros planes y proyectos, afectando muchos aspectos de nuestra vida. Nuestro país, como todo el mundo, convive con esta enfermedad, que modifica el modo de vivir, de trabajar, de estudiar, de rezar, de celebrar, de compartir. Es un tiempo difícil, de mucha incertidumbre, marcado por el  sufrimiento, el dolor y el luto de muchas familias, que lloran la muerte de familiares y seres queridos, que no han podido asistir a velatorios y funerales, para compartir la pena, sanar y encontrar consuelo. Muchos compatriotas se encuentran en dificultades financieras y se han perdido empleos, posibilidades de estudio, inversiones y modos de subsistencia.

En la vida de la Iglesia, durante varios meses, no ha sido posible celebrar los sacramentos de manera presencial y, aún hoy, celebramos con un número limitado de fieles. Muchos, por su edad o su condición de salud, siguen sin poder acceder a la gracia eucarística. La necesidad nos ha vuelto creativos y hemos superado los obstáculos para estar cerca de nuestro pueblo y acompañarlo en sus necesidades espirituales y también materiales.

Toda esta dramática situación pone de manifiesto nuestras vulnerabilidades como individuos y como sociedad.  Muchas certezas y seguridades, en las que basamos nuestra vida diaria, se han debilitado; hecho que lleva a plantearnos preguntas centrales sobre la felicidad y lo que es, de verdad, más importante en la vida. «El coronavirus nos grabó las cosas más importantes, lo que habíamos descuidado en nuestras vidas, mientras nos centrábamos en los delirios de felicidad«, nos dice el Papa Francisco (Prólogo escrito por el Papa Francisco, en el libro “Comunión y esperanza” de W. Kasper).

Con sentido de fe cristiana, descubrimos que Dios nos llama en todo lo que estamos pasando, a sentir y vivir lo que el Papa Francisco, ha sabido decirnos con su última encíclica[1]: Somos hermanos, los unos de los otros, y debemos amarnos como Jesús nos amó (cf. Juan 13, 34-35). Es una verdad elocuente en el anuncio del Evangelio, pero que muchas veces se olvida o se deja de lado.

Hay signos que alientan nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor de la Vida. Las dificultades y las necesidades del prójimo han motivado múltiples gestos de solidaridad y caridad de personas, instituciones y empresas. Damos gracias a Dios por el compromiso heroico del personal médico y sanitario, por los bomberos voluntarios, los uniformados militares y policías, y por todas aquellas personas que cumplen servicios y funciones fundamentales, que están ofreciendo y exponiendo su salud y sus vidas por los demás. Damos gracias por la ayuda oportuna, honesta y desinteresada, por el esfuerzo de las autoridades del sector público para paliar las necesidades emergentes, y los esfuerzos del sector privado, que han salido al encuentro de un país necesitado.

Queremos dar gracias, en especial, a los sacerdotes, a las personas consagradas, agentes de pastoral y a los voluntarios de las parroquias y comunidades eclesiales, que no han escatimado esfuerzos y sacrificios para servir al prójimo en sus necesidades espirituales y básicas, sobre todo a través de los comedores comunitarios y de las ollas populares, que se han multiplicado y siguen dando de comer a muchos. Estos ejemplos de solidaridad expresan la compasión y gestos de amor hechos al Señor Jesús: “Y el Rey les dirá: en verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt. 25, 40).

Hay mucho que agradecer positivamente en nuestra comunidad y mucho por mejorar y cambiar. Compartimos las situaciones que nos afligen, los hechos que nos indignan y los desafíos pendientes de crecimiento para nuestra sociedad.

  1. La corrupción, pública y privada, no deja de dañar nuestra confianza, y de malgastar los recursos destinados a mejorar las condiciones de vida de nuestro pueblo, en especial de los sectores vulnerables. Seguimos necesitando y reclamando el bien común de la salud, de la educación, del alimento, del trabajo, del techo, de la tierra, de la dignidad de toda la vida, de servicios públicos de calidad y de políticas firmes y sostenidas que afiancen la equidad y el desarrollo para todos.
  2. La fragilidad e ineficacia, en algunos caso, de muchas instituciones, más interesadas en el beneficio del poder que en el servicio al bien común, retrasa e impide la aplicación de políticas públicas adecuadas a las demandas de los diversos sectores sociales y económicos del país. Por la falta de respuestas oportunas y de seriedad, se cierran empresas y se pierden empleos, que hipotecan el presente y el futuro de muchos jóvenes y de muchas familias. Es necesario recuperar la credibilidad de nuestras instituciones públicas, con coherencia, honestidad y compromiso.
  3. Todo indica que la pobreza seguirá en aumento, y que debemos asumir juntos el desafío de superar la inequidad estructural, que genera aislamiento y marginación, polarización y división entre hermanos. Hay que unir esfuerzos para que el número de migrantes internos no aumente, que muchos campesinos no abandonen el campo, que los indígenas no se vean alejados de su hábitat natural. Es el momento de acompañar y preparar a nuestro pueblo, generando recursos y ocupación, educación y futuro, y evitar que muchos engrosen las periferias de las ciudades, con las consecuencias dolorosas del desarraigo, la precariedad, las adicciones, la separación de familias, la promiscuidad, la falta de servicios básicos, la indigencia y las consecuencias psicológicas y existenciales.
  4. Debe dolernos a todos, que los pueblos indígenas, de diversos puntos del país, sean expulsados de sus territorios, con acciones de cuestionable legalidad y, no pocas veces, al amparo de algunos poderosos. Los organismos públicos responsables deben velar por el cumplimiento de la ley y de los derechos de nuestros hermanos nativos, dándoles el apoyo que requieren, y asistiéndoles en la gestión de servicios básicos para llevar una vida digna, al mismo tiempo que las garantías y la seguridad frente a intereses privados y acciones que atentan contra ellos. Pedimos que se brinde solución a los conflictos de larga data, como la del pueblo guaraní Ñandéva de Loma y otros en el territorio nacional.
  5. La educación pasa por un momento crítico. Los problemas estructurales del sistema educativo, la burocracia y la postergación de soluciones administrativas y pedagógicas, retrasan la respuesta a las demandas de transformación para contribuir al desarrollo de nuestro país.

El contexto de pandemia y la suspensión de las actividades presenciales, además de exigir acciones sustitutivas y paliativas, son una oportunidad para generar un diálogo amplio, integrador y con horizonte en vistas a una reforma. Esta es una ocasión propicia para plantear un proyecto convocante de todos los sectores interesados en diseñar e implementar las mejoras requeridas para las circunstancias y las tecnologías de hoy.

La renegociación del Anexo C del Tratado de la Binacional Itaipú es una oportunidad, en la que debemos promover la integración de todos, con el fin de asegurar, con sentido de justicia y de desarrollo, el aprovechamiento de la energía y de los bienes generados por esta hidroeléctrica. Itaipú es, en nuestra historia, un hito que generó transformaciones importantes en la economía y en la cultura paraguaya, al mismo tiempo que ha sido, desde sus inicios, un espacio codiciado de intereses mezquinos. Debe ser de interés y consenso nacional, que esta empresa se oriente a lo que está llamada a ser: Un bien común, que genera posibilidades de desarrollo, y administrado correctamente. Pedimos que se escuche a todos los sectores, y que nuestro gobierno sepa plantear debidamente el cuidado de nuestro patrimonio.

Necesitamos fortalecer la reconciliación entre todos los compatriotas y devolver la seguridad a la vida de todos. El camino de la violencia no es el que debemos transitar, para conquistar la justicia social que queremos. Debemos promover un pacto social, fundado en una justicia transparente, objetiva y eficiente, y en un compromiso común de buscar soluciones integrales e integradoras. La vida política debe ser el lugar del debate, que propone y logra soluciones, con prácticas y actitudes libres de ideologías que atentan contra la vida y la dignidad de las personas y de la auténtica democracia. Debemos decir definitivamente no al secuestro, a la extorsión humillante, al asesinato impune, al abuso de poder, al fraude y a toda práctica contraria a la dignidad de las personas, de la verdad y del bien. Con insistencia exhortamos la liberación de los secuestrados, Edelio Morínigo, Félix Urbieta y Amancio Óscar Denis Sánchez.

La construcción de una sociedad más justa, más fraterna y equitativa, junto con los desarrollos sociales y económicos que necesita y exige nuestro país, descansa sobre los hombros de todos los paraguayos, pero responsabilizan principalmente a sus autoridades. Exhortamos, pues, a los poderes públicos, a los líderes políticos, sociales y económicos, que no ahorren esfuerzos para propiciar un diálogo social abierto, participativo y transparente, que conduzca a definir e implementar las políticas y acciones adecuadas a este tiempo. Esta es una condición indispensable para encontrar los consensos básicos que necesitamos como nación para el logro del bien común.

Como Iglesia, queremos que nuestra sociedad brille por su calidad humana, por sus valores y por, sobre todo, el amor fraterno. El mayor bien que todos debemos cuidar es el hermano, el prójimo. Caminamos juntos, aportando desde nuestra misión evangelizadora, con la ayuda de nuestras estructuras pastorales y con la entrega al servicio de la vida, el don de Dios más preciado. Nos encomendamos a la protección de nuestra Madre Santísima, la Virgen de Caacupé, y oramos implorando la bendición de Dios para todas las familias.

Asunción, 5 de noviembre de 2020

LOS OBISPOS DEL PARAGUAY

Mensaje de la Asamblea 227 de los Obispos del Paraguay

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Iglesia

Postulador general de los OMI de visita al Chaco

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El P. Diego Sáez Martín OMI es el Postulador General de la Congregación de los Oblatos de María Inmaculada, se encuentra realizando una serie de visitas dentro de lo que se denomina «Causa Mons. Pedro Shaw – Pa’i Puku».

Los encuentros iniciaron desde su llegada al Paraguay, que fue el domingo 3 de marzo y con una nutrida agenda. Todo esto es dentro del proceso de llevar a los altares al Mons. Pedro Shaw OMI.

Misionero santo en el Chaco paraguayo (1925 – 1984)

Andaba a caballo, en cachapé y a veces a pie, por áridos desiertos y por extensos bañados, atravesando ríos y riachos, pantanos plagados de toda clase de insectos y alimañas, mosquitos, polvorines y otros, no conoce ni tiempo, ni hora, ni fronteras y tampoco límites en cuanto a y para su constitución física…

El P. Diego Sáez OMI y el P. Miguel Fritz OMI, llegaron hasta radio Pa’i Puku para hablar de la visita y del proceso en que se encuentra la Causa Pa’i Puku.

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Iglesia

Nuevo Nuncio Apostólico en Paraguay

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Nunciatura Apostólica

 

29 de diciembre de 2023

El Santo Padre, Papa Francisco, en la fecha de hoy 29 de diciembre de 2023, a las 10:00 horas de Roma (6:00 horas de Paraguay), ha aceptado la renuncia de S.E. Mons. Eliseo Antonio Ariotti, como Nuncio Apostólico, presentada en fecha 17 de noviembre de 2023, al cumplimiento de los 75 años de edad y, al mismo tiempo, ha nombrado, como nuevo Nuncio Apostólico en Paraguay, a S.E. Mons. Vincenzo Turturro, electo Arzobispo titular de Ravello (Región de Campania – Italia), hasta ahora Consejero de Nunciatura en servicio en la Secretaría de Estado de la Santa Sede.

La noticia aparecerá en la edición de L’Osservatore Romano, Boletín oficial de la Santa Sede, del 29 de diciembre 2023, a las 12:00 horas de Roma (8:00 horas del Paraguay).

Sucesivamente, se comunicará la fecha de la consagración episcopal del Nuevo Nuncio y de su llegada al País para asumir sus funciones, así como la fecha de la conclusión de la misión en Paraguay de S.E. Mons. Eliseo Antonio Ariotti.

 

Asunción, 29 de diciembre de 2023

 

Fuente: Nuevo Nuncio Apostólico en Paraguay – Portal Digital Cáritas Universidad Católica (caritas.com.py)

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Iglesia

Bendecir no significa aprobar la unión.

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Declaración doctrinal abre las bendiciones para las parejas «irregulares”

Con la ‘Fiducia supplicans’ del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, aprobada por el Papa, será posible bendecir parejas formadas por personas del mismo sexo, pero al margen de cualquier ritualización e imitación del matrimonio. La doctrina sobre el matrimonio no cambia, bendecir no significa aprobar la unión.

Vatican News

Ante la petición de dos personas de ser bendecidas, aunque su condición de pareja sea «irregular», será posible que el ministro ordenado dé su consentimiento. Pero sin que este gesto de proximidad pastoral contenga elementos ni remotamente parecidos a un rito matrimonial. Así lo afirma la Declaración «Fiducia supplicans« sobre el significado pastoral de las bendiciones, publicada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe y aprobada por el Papa. Un documento que profundiza en el tema de las bendiciones, distinguiendo entre las bendiciones rituales y litúrgicas, y las bendiciones espontáneas que se asemejan más a gestos de devoción popular: precisamente en esta segunda categoría se contempla ahora la posibilidad de acoger también a quienes no viven según las normas de la doctrina moral cristiana pero piden humildemente ser bendecidos. Desde agosto de hace 23 años, el antiguo Santo Oficio no publicaba una declaración (la última fue en el año 2000 «Dominus Jesus»), un documento de alto valor doctrinal.

«Fiducia supplicans» se abre con una introducción del prefecto, el cardenal Víctor Fernández, quien explica que la declaración profundiza en el «significado pastoral de las bendiciones», permitiendo «ampliar y enriquecer su comprensión clásica» a través de una reflexión teológica «basada en la visión pastoral del Papa Francisco». Una reflexión que «supone un verdadero desarrollo respecto a lo dicho hasta ahora sobre las bendiciones», llegando a incluir la posibilidad «de bendecir a parejas en situación irregular y a parejas del mismo sexo, sin validar oficialmente su estatus ni modificar en nada la enseñanza perenne de la Iglesia sobre el matrimonio».

Tras los primeros parágrafos (1-3), en los que se recuerda el anterior pronunciamiento de 2021, ahora ampliado, la declaración presenta la bendición en el sacramento del matrimonio (parágrafos 4-6) declarando «inadmisibles los ritos y oraciones que puedan crear confusión entre lo que es constitutivo del matrimonio» y «lo que lo contradice», para evitar reconocer en modo alguno «como matrimonio algo que no lo es». Reiteró que, según la «perenne doctrina católica», sólo se consideran lícitas las relaciones sexuales dentro del matrimonio entre un hombre y una mujer.

Un segundo amplio capítulo del documento (parágrafos 7-30) analiza el significado de las diversas bendiciones, que tienen como destino personas, objetos de devoción, lugares de la vida. Recuerda que «desde un punto de vista estrictamente litúrgico», la bendición requiere que lo que se bendice «sea conforme a la voluntad de Dios expresada en las enseñanzas de la Iglesia». Cuando con un rito litúrgico específico «se invoca una bendición sobre determinadas relaciones humanas», es necesario que «lo que se bendice pueda corresponder a los designios de Dios inscritos en la Creación» (11). Por tanto, la Iglesia no tiene potestad para conferir una bendición litúrgica a parejas irregulares o del mismo sexo. Pero hay que evitar el riesgo de reducir el sentido de las bendiciones sólo a este punto, exigiendo para una simple bendición «las mismas condiciones morales que se exigen para la recepción de los sacramentos» (12).

Tras analizar las bendiciones en la Escritura, la declaración ofrece una comprensión teológico-pastoral. Quien pide una bendición «se muestra necesitado de la presencia salvadora de Dios en su historia», porque expresa «una petición de ayuda a Dios, una súplica por una vida mejor» (21). Esta petición debe ser acogida y valorada «fuera de un marco litúrgico», cuando se encuentra «en un ámbito de mayor espontaneidad y libertad» (23). Consideradas desde la perspectiva de la piedad popular, «las bendiciones deben valorarse como actos de devoción». Para conferirlas no es necesario, por tanto, exigir como condición previa una «perfección moral previa».

Profundizando en esta distinción, sobre la base de la respuesta del Papa Francisco a la dubia de los cardenales publicada el pasado mes de octubre, en la que pedía discernir sobre la posibilidad de «formas de bendición, solicitadas por una o varias personas, que no transmitan una concepción errónea del matrimonio» (26), el documento afirma que este tipo de bendición «se ofrece a todos”, sin pedir nada, haciendo sentir a las personas que permanecen bendecidas no obstante sus errores y que «el Padre celestial sigue queriendo su bien y esperando que finalmente se abran al bien» (27).

Existen «diversas ocasiones en las que las personas acuden espontáneamente a pedir una bendición, ya sea en peregrinaciones, en santuarios o incluso en la calle cuando se encuentran con un sacerdote», y tales bendiciones «se dirigen a todos, nadie puede ser excluido» (28). Por tanto, quedando prohibido activar «procedimientos o ritos» para estos casos, el ministro ordenado puede unirse a la oración de aquellas personas que, «aunque estén en una unión que en modo alguno puede parangonarse al matrimonio, desean encomendarse al Señor y a su misericordia, invocar su ayuda, dejarse guiar hacia una mayor comprensión de su designio de amor y de vida» (30).

El tercer capítulo de la declaración (parágrafos 31-41) abre, por tanto, la posibilidad de estas bendiciones, que representan un gesto hacia quienes «reconociéndose desamparados y necesitados de su ayuda, no pretenden la legitimidad de su propio status, sino que ruegan que todo lo que hay de verdadero, bueno y humanamente válido en sus vidas y relaciones, sea investido, santificado y elevado por la presencia del Espíritu Santo» (31). Tales bendiciones no deben ser estandarizadas, sino confiadas al «discernimiento práctico en una situación particular» (37). Aunque se bendice a la pareja pero no la unión, la declaración incluye entre lo bendecido las relaciones legítimas entre las dos personas: “en la oración breve que puede preceder esta bendición espontanea, el ministro ordenado podría pedir para ellos la paz, la salud, un espíritu de paciencia, diálogo y ayuda mutuos, pero también la luz y la fuerza de Dios para poder cumplir plenamente su voluntad» (38). También se aclara que, para evitar «cualquier forma de confusión y escándalo», cuando una pareja irregular o del mismo sexo pida la bendición, «nunca se realizará al mismo tiempo que los ritos civiles de unión, ni tampoco en conexión con ellos. Ni siquiera con las vestimentas, gestos o palabras propias de un matrimonio» (39). Este tipo de bendición «puede encontrar su lugar en otros contextos, como la visita a un santuario, el encuentro con un sacerdote, la oración recitada en un grupo o durante una peregrinación» (40).

Por último, el cuarto capítulo (parágrafos 42-45) nos recuerda que » cuando la relación con Dios está enturbiada por el pecado, siempre se puede pedir una bendición, acudiendo a Él» y deseándola pueda ser en algunas situaciones «el bien posible» (43).

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